Cuando estudiaba, hace veinte años, a Proust y a su definición del momento perfecto, como el instante en el que degustaba un trocito de madalena impregnado en te, me limité a archivarlo y a usarlo para el examen. Hoy, en el autobús de vuelta a casa, aún con bastante luz, un poco antes de levantarme para bajar, en el autobús casi reinaba el silencio, apenas dos mujeres cuchicheaban en algún idioma extranjero, y se creó uno de mis "momentos perfectos". No es la primera vez que aparecen pero quizás no tenía un blog para escribirlos o ganas de apreciarlos.
En la variedad está el gusto.