En clase, discutimos sobre el problema de la vivienda. Yo que soy la profe no tengo vivienda propia, vivo en la que fue casa de mis abuelos y al lado de casa de mis padres, así que no soy ningún ejemplo.
Es cierto que en España la vivienda tiene unos precios desorbitados, no vamos a negar la evidencia, pero la conclusión de un grupo de alumnos ya adultos no fue que ése fuera el mayor inconveniente.
Empezamos con que no todos pensábamos que la edad ideal para irse de casa fuera a los 18 como hace unos años, seguimos con que el incremento del precio no ha sido paralelo al de los salarios, pero rápidamente vimos que esta situación es la misma de hace cincuenta años.
¿Qué pasaba entonces? La gente gastaba casi todo su salario en la vivienda, sin más. Tenía dos pantalones y dos pares de zapatos como mucho. Casi todo era innecesario.
En este lapso de tiempo hemos creado mil necesidades nuevas, ahora queremos el móvil, 20 pantalones, más zapatos que Imelda Marcos, y el coche, y salir los fines de semana y mucho más. Y no queremos prescindir de eso por hipotecarnos, a no ser que esté en juego una pareja o hijos.
Pero uno de mis alumnos añadió otro matiz, dijo que sus padres no se fueron de casa sólo por tener hijos sino porque los padres de sus padres no les dejaban hacer nada en casa. Él tenía ahora libertad para hacer lo que quisiera en casa, además le mantenían y le cuidaban. Según él, no irse de casa era una cuestión de privación de libertad, puesto que si se iba no iba a tener libertad para traer a la novia a su casa, porque no tendría dinero para salir de juerga con la novia si tenía que trabajar y pagar y mantener la casa.
Todos asintieron, irse de casa limita la libertad individual en estos tiempos.
Otro alumno, padre de familia, apuntilló que el Estado manipulaba todo esto para crear nuevas necesidades que ataran a los hijos al hogar paterno y que desde allí se podría cambiar mucho para no tener como él a sus hijos tan a su vera.
Y lo que podría dar de sí el tema...
Es cierto que en España la vivienda tiene unos precios desorbitados, no vamos a negar la evidencia, pero la conclusión de un grupo de alumnos ya adultos no fue que ése fuera el mayor inconveniente.
Empezamos con que no todos pensábamos que la edad ideal para irse de casa fuera a los 18 como hace unos años, seguimos con que el incremento del precio no ha sido paralelo al de los salarios, pero rápidamente vimos que esta situación es la misma de hace cincuenta años.
¿Qué pasaba entonces? La gente gastaba casi todo su salario en la vivienda, sin más. Tenía dos pantalones y dos pares de zapatos como mucho. Casi todo era innecesario.
En este lapso de tiempo hemos creado mil necesidades nuevas, ahora queremos el móvil, 20 pantalones, más zapatos que Imelda Marcos, y el coche, y salir los fines de semana y mucho más. Y no queremos prescindir de eso por hipotecarnos, a no ser que esté en juego una pareja o hijos.
Pero uno de mis alumnos añadió otro matiz, dijo que sus padres no se fueron de casa sólo por tener hijos sino porque los padres de sus padres no les dejaban hacer nada en casa. Él tenía ahora libertad para hacer lo que quisiera en casa, además le mantenían y le cuidaban. Según él, no irse de casa era una cuestión de privación de libertad, puesto que si se iba no iba a tener libertad para traer a la novia a su casa, porque no tendría dinero para salir de juerga con la novia si tenía que trabajar y pagar y mantener la casa.
Todos asintieron, irse de casa limita la libertad individual en estos tiempos.
Otro alumno, padre de familia, apuntilló que el Estado manipulaba todo esto para crear nuevas necesidades que ataran a los hijos al hogar paterno y que desde allí se podría cambiar mucho para no tener como él a sus hijos tan a su vera.
Y lo que podría dar de sí el tema...
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