Mis padres tienen una casa en una urbanización a la que hace muchos años que no vamos. Hoy fui con unos amigos y apenas pude entrar. Todo el suelo está cubierto de hiedra y enredaderas, el jardín se hizo selva y el huerto se hizo bosque. Hay árboles que no conseguimos identificar y plantas que jamás plantamos nosotros.
La casa sin embargo está como siempre, en la habitación de mis padres hay zapatillas, una bata, incluso una crema hidratante que esperan que alguien los use. Mi antiguo cuarto tiene libros de disney, libros que regalaban las caixas, y hasta un puzzle de veinte piezas. Las fotos que hay allí se paran en mis doce años, con cuerpo de mujer y atacando a la cámara con una pistola de agua.
El tiempo se congela entre las paredes empapeladas, la ropa antigua y el olor a infancia perdida en ese remanso de selva perdido en una urbanización.
Un vecino me dijo que en el huerto hay serpientes que pasan a los vecinos cuando se aburren y que un día el ayuntamiento vendría con las supermultas, y antes de eso me miró y me dijo ¿tú eres la nieta de la señora Eva? ¿La de las trenzas? Y tuve que pensarlo antes de contestar que sí porque el tiempo ya hacía rato que se había parado y sólo quería irme de la calle desde donde veía la selva por donde se congeló mi niñez.
Comentarios