Éste es mi único rincón florido o, al menos, en donde las margaritas dieron un empujón y están aún bonitas porque, cuando crezcan y se hagan un matorral y se llene de abejas, no me gustarán tanto como ahora. Lo de la izquierda no sé ni qué era pero en la tarjeta de visita del jardiland era muy bonito, y lo de la izda radical son clavelitos rojos y blancos. Y lo que sigue es un montón de rosales que no parecen secos pero que tampoco parecen rebosantes de vida.
Pues una semanita un poco larga, sin ver la sacra di san michelle salvo desde la autopista, entre la lluvia y la niebla. Desde Barcelona, fueron doce horas de viaje entre "bouchon" y "bouchon", con la amargura de una compañera de viaje que parece, en cuestión de segundos, odiar la vida y al universo entero y de dos compañeros de viaje que ya no sabían qué hacer. Llegamos a una estación de esquí, abandonada del mundo en verano, en la que acabamos durmiendo con edredón y aprendiendo a vivir con el crujido de la madera que forraba la casa. Lo mejor fue el viaje a Turín, la canción de Busca lo más vital no más hasta enloquecer a la princesa, los paisajes, el aire frío por la ventanilla (madame no soporta el aire acondicionado) las conversaciones envuelta en una manta en la noche (sin la reina), el reparto de anuncios de la tele (siempre me tocaba el pan tostado) y la de plantitas lindas que hay por todos lados. Lo peor la sargento amargándose ella sola hasta por los lin
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