
No sé si era más fácil vivir honestamente en 1938 que ahora, pero en 70 años no parece que tengamos mucha más libertad que en esta peli que la derrocha con humor y ternura.
Ellos no montaron un convento, claro, pero sí una casa en la que se reunían personas que querían hacer lo que querían/sentían sin preocuparse de mucho más.
Seguro que ya está prohibido decir en el cine que no vas a pagar impuestos hasta que no te digan a dónde van, que se deja bailar mal a una bailarina y jugar con dinamita en un sótano sin ventilación. Tampoco el rico heredero pasará no ya de su fortuna sino de su estilo de vida, ni un contable dejará sus números para hacer cajas de música. Me da mucha pena pensar que ya poca gente piensa así, igual menuda soy yo para hablar que no paro de trabajar pero, aunque no lo parezca, todo el curro extra que hago lo hago porque me interesa, es mi porción de libertad, la de poder escoger trabajar en cosas que me aportan algo, sea un curro que me da dinero o sea el doctorado, o la EOI, o los mil cursillos que hago, o llenar el fondo de un reloj ochentero todo dorados y metacrilatos con arenilla y piedras doraditas que sobraron de navidá, o pintar postalitas con una plancha, o hacer jaboncitos con moldes de silicona, o cuidar el jardín, o...
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