Las cosas no son sólo cosas, por más que digan los enemigos del "apego", tras ellas hay fragmentos de vida. Entre todas, yo me pirro por las "cositas". Algunas tienen mucho valor para mí, otras las tiro y otras desaparecen durante tiempo en alguna dimensión paralela.
Es cierto que lo que no has usado en un año es probable que no lo vayas a usar, con la ropa es algo que debería de funcionar si gastas siempre la misma talla, desde hace un año voy tirando la de tallas mayores, y pienso ir haciéndolo, aunque sea un proceso bien lento.
Me cuesta tirar las piedras, tengo de todo tipo, cuando viajo me suelo llevar alguna chiquita o, suficientemente grande para escribir con tip-pex de dónde la sustraje. Hace poco perdí una que significaba mucho para mí, tenía una historia muy bonita detrás. Me la dio G, nervioso, en el recibidor del ascensor de un hotel precioso, la guardaba desde niño, se la encontró en un coco, había dos, durante años las guardó y el verano pasado me dio una para que tuviéramos una cada uno. La llevaba siempre y, un día, la perdí. Mi parte más melodramática se despertó. G. me dijo que él tampoco la tenía ya, habíamos enseñado la mía a un grupo de profesores y uno de ellos, con su lógica asiática, le dijo que él merecía tener la otra y se la dio. Me escribió cosas bonitas para que no estuviera triste por "una cosa" y dejé de estar triste pero aún, en días como hoy, me gustaría mover alguna de las cosas de mi casa y encontrarla detrás.
Es cierto que lo que no has usado en un año es probable que no lo vayas a usar, con la ropa es algo que debería de funcionar si gastas siempre la misma talla, desde hace un año voy tirando la de tallas mayores, y pienso ir haciéndolo, aunque sea un proceso bien lento.
Me cuesta tirar las piedras, tengo de todo tipo, cuando viajo me suelo llevar alguna chiquita o, suficientemente grande para escribir con tip-pex de dónde la sustraje. Hace poco perdí una que significaba mucho para mí, tenía una historia muy bonita detrás. Me la dio G, nervioso, en el recibidor del ascensor de un hotel precioso, la guardaba desde niño, se la encontró en un coco, había dos, durante años las guardó y el verano pasado me dio una para que tuviéramos una cada uno. La llevaba siempre y, un día, la perdí. Mi parte más melodramática se despertó. G. me dijo que él tampoco la tenía ya, habíamos enseñado la mía a un grupo de profesores y uno de ellos, con su lógica asiática, le dijo que él merecía tener la otra y se la dio. Me escribió cosas bonitas para que no estuviera triste por "una cosa" y dejé de estar triste pero aún, en días como hoy, me gustaría mover alguna de las cosas de mi casa y encontrarla detrás.
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