Mi post frívolo llega tras mi paseo por el mercadillo de Viladecans, dicen que el que tuvo retuvo pero no es siempre así o igual la memoria embellece esos recuerdos de gentío y de variedad de producto vendible. No es que no haya nada pero es el mismo producto y al mismo precio, incluso más caro, que el de las tiendas baratas de un centro comercial. No vi nada que me indujera a la compra compulsiva, ya lo preví cuando pude aparcar cerquita, así que moví el auto hasta lidl donde sopesé el trabajo que me iba a costar instalar todo lo que me gustaba y los destrozos que podía infligir con las herramientas que no sé usar. Allá, entre los restos de ofertas, encontré un poco de alma de mercadillo y sucumbí a un agujerea cinturones que pienso usar cuando vuelva a adelgazar; y en el mercadillo, a nada. Pero seguro que entro en ebay y pillo media red, que llegará a mi casa ayudada por los pajaritos de colores de los sellos de Hong Kong y, en un arrebato de belleza vintage, dentro de sobres de papel acartonado, cerrados con un cordoncillo de algodón.
Pues una semanita un poco larga, sin ver la sacra di san michelle salvo desde la autopista, entre la lluvia y la niebla. Desde Barcelona, fueron doce horas de viaje entre "bouchon" y "bouchon", con la amargura de una compañera de viaje que parece, en cuestión de segundos, odiar la vida y al universo entero y de dos compañeros de viaje que ya no sabían qué hacer. Llegamos a una estación de esquí, abandonada del mundo en verano, en la que acabamos durmiendo con edredón y aprendiendo a vivir con el crujido de la madera que forraba la casa. Lo mejor fue el viaje a Turín, la canción de Busca lo más vital no más hasta enloquecer a la princesa, los paisajes, el aire frío por la ventanilla (madame no soporta el aire acondicionado) las conversaciones envuelta en una manta en la noche (sin la reina), el reparto de anuncios de la tele (siempre me tocaba el pan tostado) y la de plantitas lindas que hay por todos lados. Lo peor la sargento amargándose ella sola hasta por los lin
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