Me levanté temprano, hice mil cosas, me deshidraté por la ciudad, y son las cinco y media de la mañana y no puedo dormir. He leído casi doscientas hojas de El zorro (cada vez me gusta menos Isabel Allende), he visto tele, he jugado con el ordenador, he regado la terraza, puesto lavadoras, pintado una caja de madera, cargado los encendedores de la cocina, leído un manual de introducción a la pintura con acuarela, he cosido, he pensado qué hacer en otra noche de insomnio para que sea más productiva, he escrito emails para no quedar mañana por la mañana y aún no tengo sueño. No sé si salir y aullarle a la luna llena o empezar a cambiar las pilas de los relojes digitales que tengo sin hora o seguir leyendo la historia de El zorro...
Pues una semanita un poco larga, sin ver la sacra di san michelle salvo desde la autopista, entre la lluvia y la niebla. Desde Barcelona, fueron doce horas de viaje entre "bouchon" y "bouchon", con la amargura de una compañera de viaje que parece, en cuestión de segundos, odiar la vida y al universo entero y de dos compañeros de viaje que ya no sabían qué hacer. Llegamos a una estación de esquí, abandonada del mundo en verano, en la que acabamos durmiendo con edredón y aprendiendo a vivir con el crujido de la madera que forraba la casa. Lo mejor fue el viaje a Turín, la canción de Busca lo más vital no más hasta enloquecer a la princesa, los paisajes, el aire frío por la ventanilla (madame no soporta el aire acondicionado) las conversaciones envuelta en una manta en la noche (sin la reina), el reparto de anuncios de la tele (siempre me tocaba el pan tostado) y la de plantitas lindas que hay por todos lados. Lo peor la sargento amargándose ella sola hasta por los lin
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smuacks