Me levanté temprano, hice mil cosas, me deshidraté por la ciudad, y son las cinco y media de la mañana y no puedo dormir. He leído casi doscientas hojas de El zorro (cada vez me gusta menos Isabel Allende), he visto tele, he jugado con el ordenador, he regado la terraza, puesto lavadoras, pintado una caja de madera, cargado los encendedores de la cocina, leído un manual de introducción a la pintura con acuarela, he cosido, he pensado qué hacer en otra noche de insomnio para que sea más productiva, he escrito emails para no quedar mañana por la mañana y aún no tengo sueño. No sé si salir y aullarle a la luna llena o empezar a cambiar las pilas de los relojes digitales que tengo sin hora o seguir leyendo la historia de El zorro...
Me siento una apandadora, una apandadora afónica porque sueno ronca, pero una apandadora. Por la mañana me visto de algodón con casi lo primero que pillo limpio, aunque suelo comprar todo conjuntado entre sí para no tener que sentirme demasiado disfrazada, no me maquillo, no uso cremas, casi ni me peino (mi peluquera se merece el cielo por conseguir un corte que no necesite peine) y salgo hacia el colegio. Me paso la semana ideando maneras de cambiar de trabajo, no paro de oir sobre la suerte de ser funcionaria, de tener un trabajo estable, de acabar a las cuatro, etc. y yo me siento una apandadora porque me paso la vida queriendo escapar de este mundo laboral y no lo consigo. Y este año estoy bien, salvo que me quedo sin voz, la otorrino me dice que me paso la vida en tensión, que el trabajo no ayuda, que fuerzo la voz, que los nervios me dan acidez y que tendría que cambiar de trabajo. El otro día me dijo, empezaste dando clases de COU de tu especialidad, podías enseñar conocimien
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smuacks